Testigos de una misión apasionante

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Roma, 10 de octubre de 2025. La tercera jornada del Jubileo de la Vida Consagrada dio comienzo en el Aula Pablo VI con la celebración eucarística, presidida por el cardenal George Jacob Koovakad, prefecto del Dicasterio para el Diálogo Interreligioso.

Tras la Santa Misa, la prefecta del Dicasterio, sor Simona Brambilla, MC, dirigió un saludo a los participantes e introdujo los trabajos matutinos. En su intervención, propuso la imagen del yobel —el cuerno que en la tradición judía anunciaba el inicio del Jubileo— como símbolo de la vida consagrada, llamada a ser cauce vivo del soplo de Dios.

«Personas distintas, procedencias, culturas, experiencias eclesiales diversas, distintas formas de vida consagrada, diferentes carismas», expresó. «Somos como muchos yobel, cada uno con su sonido único e irrepetible, pero llamados a hacer resonar juntos la sinfonía del Jubileo de la esperanza».

La mañana se vio enriquecida por los testimonios audiovisuales titulados “Semillas de esperanza”, y por dos momentos artísticos del Sonia Nifosi Studio: “Ramas de Esperanza”, un recorrido danzado en busca de la propia misión, y “Sinfonía de la Paz”, oración de redención que entrelaza arte, música y fe.

A continuación intervino el p. Giacomo Costa, SJ, consultor de la Secretaría General del Sínodo de los Obispos, quien invitó a interpretar el itinerario jubilar como un paso del “yo” al “nosotros”. Con tono meditativo, condujo a la asamblea a un tiempo de silencio y reflexión: «Cuántas veces nos encontramos ante un muro y nos preguntamos si existe una salida». Recordó que también en la vida consagrada hay muros que atravesar —en las comunidades, entre institutos, en las relaciones— y que la fe abre siempre caminos de comunión. «Estamos llamados a convertirnos de nuestro individualismo misionero —dijo— para pasar del yo al nosotros».

Durante la mañana se presentó la Red Mundial de Oración del Papa, signo de unidad en la diversidad y preludio del tan esperado encuentro con el Santo Padre.

La asamblea alcanzó su culmen con la intervención del papa León XIV, quien situó en el centro de su mensaje el espíritu de la sinodalidad, presentándolo como camino imprescindible para la Iglesia de nuestro tiempo. El Pontífice exhortó a los consagrados y consagradas a permanecer fieles a esta senda, llamándolos a vivir una misión apasionante, tejida de un “diálogo doméstico” que renueva cada día el Cuerpo de Cristo en las relaciones, en los procesos y en los métodos de la vida eclesial. Recordó que hoy la Iglesia les pide ser testigos singulares de la comunión, capaces de caminar unidos con toda la gran familia de Dios, compartiendo la alegría de la vocación, superando divisiones, perdonando y pidiendo perdón por los encierros del autorreferencialismo. «Trabajad —dijo— por llegar a ser, día tras día, expertos en sinodalidad, porque es en este estilo donde la Iglesia reconoce el rostro de Cristo que camina con nosotros».

Por la tarde, los participantes se reunieron nuevamente para vivir la Conversación en el Espíritu, segunda parte de la experiencia iniciada el día anterior. En pequeños grupos, distribuidos en distintos lugares de Roma —desde el Aula Pablo VI hasta la Universidad Urbaniana, desde la Universidad de la Santa Cruz hasta la Curia General de los Jesuitas— los consagrados compartieron escuchas, experiencias y discernimientos, elaborando en común una oración nacida del diálogo y de la comunión espiritual.

La jornada concluyó con un momento de oración por la paz, celebrado simultáneamente en diversas iglesias de Roma y en distintas lenguas, bajo el lema “Muchas lenguas – un solo corazón por la paz”. En un clima de recogimiento y unidad, las comunidades se unieron en una única súplica, sellando la jornada como testigos de una misión que entusiasma y renueva la vida del mundo.