Peregrinos de Esperanza y Artesanos de Paz: la Vida Consagrada clausura el Jubileo en la Puerta Santa de San Pablo Extramuros

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Sabato 11 de octubre, 2025. El camino jubilar de la Vida Consagrada culmina con su última jornada, en la que los participantes se congregan en torno al segundo gran eje temático de los encuentros: la Paz. Tras haber reflexionado el día anterior sobre la Esperanza, consagrados y consagradas se reúnen en el Aula Pablo VI para afrontar uno de los retos más apremiantes de nuestro tiempo: cómo convertirse en artesanos de paz en un mundo desgarrado por los conflictos.

La jornada dio comienzo con la celebración de la eucaristía presidida por el cardenal Ángel F. Artime, Pro-Prefecto del Dicasterio para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica. En su homilía, el purpurado alentó a los consagrados a ser “profetas de esperanza” y “portadores de agua viva”, subrayando que la verdadera fecundidad de la vida consagrada brota de la escucha y custodia de la Palabra de Dios, siguiendo el ejemplo de María. Al evocar a san Juan XXIII, en el aniversario de la apertura del Concilio Vaticano II, el cardenal invitó a acoger al Espíritu con sencillez y valentía, a custodiar la bondad como lenguaje universal y a vivir con libertad y obediencia.

La mañana prosiguió con la reflexión sobre la paz ofrecida por la Hna. Teresa Maya, CCVI, expresidenta de la Conferencia de Superioras Mayores (LCWR), intercalada con momentos de animación a través de cantos, danzas y proyecciones audiovisuales. La Hna. Teresa exhortó a consagrados y consagradas a convertirse en constructores activos de paz-shalom mediante un encuentro auténtico con la realidad, especialmente con los pobres y excluidos, siguiendo las huellas de san Francisco de Asís. Subrayó que la paz no es mera ausencia de conflicto, sino un don espiritual que requiere una continua reconciliación, memoria histórica y una espiritualidad que sepa acoger la propia fragilidad. En sociedades marcadas por la polarización, llamó a crear ecosistemas de paz a través de redes interculturales e interreligiosas, transformando las comunidades en verdaderos laboratorios de no violencia, que testimonien la posibilidad de un mundo distinto según la visión del Reino de Dios.

La sesión vespertina se inició en el Aula Pablo VI con un taller sobre técnicas de mediación y gestión de conflictos, dirigido por el equipo del padre David McCallum, SJ, director del Discerning Leadership Program y miembro de la Comisión Metodológica de la Secretaría del Sínodo.

El taller supuso un valioso espacio de intercambio y formación práctica, destinado a fortalecer la capacidad de promover la paz en los propios contextos comunitarios. Los consagrados fueron invitados a ampliar su repertorio de enfoques para la gestión de conflictos, a fomentar una cultura de la escucha y a adquirir herramientas para afrontar y transformar conversaciones difíciles.

Unos 4.000 consagrados y consagradas, procedentes de los cinco continentes, concluyeron el Jubileo en la Basílica de San Pablo Extramuros, renovando la profesión de fe mediante la proclamación del Credo con signos simbólicos representativos de cada continente, y renovando su “sí” a la consagración como “peregrinos de esperanza en el camino de la paz”. La Hna. Simona Brambilla, Prefecta del Dicasterio para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica, propuso a María como modelo de vida consagrada: “Una vida consagrada bajo el signo de María se convierte en un espacio de relectura profunda de la historia, una mirada profética encarnada por ‘hombres y mujeres de las Bienaventuranzas que, aun en medio de la tribulación, ya ven lo invisible’. Se transforma en lugar de diálogo y encuentro, un puente donde las diversas experiencias y saberes pueden encontrarse, intercambiar dones y enriquecerse mutuamente. Se convierte también en un entorno seguro y respetuoso, donde pueden nacer y desarrollarse relaciones de auténtica reciprocidad”.

En el mensaje final, los consagrados se comprometieron a ser presencia de escucha y de cuidado en los lugares más heridos del mundo, con el firme propósito de seguir construyendo la paz a partir de los más pobres e invisibles.

Con la esperanza renovada y los instrumentos de paz fortalecidos, los participantes se despiden de Roma decididos a llevar esta “armonía fecunda en la diversidad” a todos los rincones del mundo. Así los alentó la Hna. Simona Brambilla, Prefecta del Dicasterio para la Vida Consagrada: “¡Entonces, vayamos, hermanos y hermanas! Vayamos, peregrinos de esperanza en el camino de la paz, llevando con nosotros la experiencia vivida para custodiarla en el corazón y compartirla con quienes encontremos”.