Viaje a Polonia: desafíos y llamadas de la vida consagrada

¿Cuáles son los desafíos de la vida consagrada hoy? ¿Cómo afrontar temas como la vocación, las opciones formativas, la dimensión relacional, el servicio de la autoridad?
Sobre ello habló la Hna. Simona Brambilla, MC, Secretaria del Dicasterio, durante su intervención en la Asamblea de la Conferencia de Superioras Mayores de Polonia, subrayando cómo tales «cuestiones desafiantes» «se traducen inmediatamente en oportunidades y llamadas para la vida consagrada».
Junto a las 130 superioras presentes en la sede del Secretariado de la Conferencia Episcopal Polaca, en Varsovia, y en presencia del Delegado de la Conferencia Episcopal para la Vida Consagrada, S.E. Mons. Jacek Kiciński, CMF, la Hna. Simona Brambilla propuso una reflexión sobre la vida consagrada a través de algunos marcos bíblicos.
El primero, el fuego de brasas del Evangelio de Juan (Jn 21,9-14), «fuego “de casa”, de familia. Es el fuego de la caridad entre nosotros, de la fraternidad/hermandad, del calor de los vínculos fuertes y delicados que encienden el corazón y lo abren a la experiencia del amor de Dios, de la cercanía del Señor». Luego el icono de la Anunciación, que llama «a cultivar en nosotros, entre nosotros y en el mundo un despertar de la sensibilidad, la ternura, el cuidado y la custodia en las relaciones». La viuda pobre, ejemplo «de nuestro camino de mujeres y hombres cristianos, de consagradas y consagrados, y de Institutos que, en la pequeñez, la humildad, la esencialidad y la libertad de entregarlo todo a Dios, encuentran la alegría y la fecundidad misionera». Por último, Simeón y Ana, capaces de reconocer «la energía humildísima y majestuosa, fuerte y tierna del Amor de Dios que se manifiesta en los signos pobres, frágiles y débiles como un niño en brazos de su madre, como un grano de trigo que cae en la tierra y muere para dar fruto, como el pan partido para la vida de todos».
Son reflexiones que acompañan un camino de fe y de conversión, que hay que recorrer con la «sabiduría de la espera vigilante y esperanzada», con «la humilde profecía de la pequeñez habitada por Dios».