LA ANUNCIACIÓN (Lc 1,26-38) … recuperar la amabilidad

Los textos que publicamos están tomados de la relación que la Hna. Simona Brambilla, M.C., Secretario de nuestro Dicasterio, presentó a la Conferencia Polaca de Superiores Mayores en septiembre de 2024.
A través de cuatro iconos bíblicos, se esbozan los desafíos que la vida consagrada está llamada a vivir hoy.
2. LA ANUNCIACIÓN (Lc 1,26-38) … recuperar la amabilidad
LLa Anunciación es un icono bíblico portador de mensajes potentes, que pueden alcanzar y transformar lo más profundo de nuestra existencia como personas y comunidades, si se lo permitimos. Mencionaré sólo algunas resonancias de esta escena, que nos interpelan y nos llaman, como consagrados y consagradas, a cultivar en nosotros, entre nosotros y en el mundo un despertar de la sensibilidad, la ternura, el cuidado y la custodia en las relaciones.
En la representación de la Anunciación del Beato Angelico (me refiero a la Anunciación del pasillo Norte, del lugar donde está colocada dentro del convento de San Marcos, en Florencia), como en muchas otras, el Ángel Gabriel está representado arrodillado ante la Virgen, esperando ansiosamente la respuesta. Una imagen y un movimiento cargados de reverencia, delicadeza, respeto, que transmiten toda la intensidad del diálogo entre ambos, que ha llegado a su culmen. El Ángel Gabriel anuncia el mensaje de Dios no sólo con las palabras que pronuncia, sino también con la actitud. Dios propone, Dios espera. Dios se arrodilla ante su creatura, por la que siente un respeto sin límites, a la que se acerca con la más intensa y reverente delicadeza, venerando su libertad. La creatura expone sus preguntas y el Señor la escucha, con inmensa atención y consideración. La actitud de Dios es una actitud que bendice, es una actitud límpida, reverente, que conmueve, siempre atenta a la alteridad con la que entra en relación.
La escena del Ángel arrodillado ante María puede recordarnos a otros “arrodillados” del Evangelio: el Samaritano ante el hombre herido, y el Señor que lava los pies a sus discípulos... Este es Dios, el Dios de Jesucristo. Un Dios que se arrodilla. Como consagrados y consagradas, estamos llamados/as a anunciar con las palabras y con la vida a este Dios. A dejar vivir en nosotros Su amor humilde, el respeto, la reverencia, la delicadeza, la bendición, la amabilidad real del Señor