Travesía sinodal, en Iglesia y para el Reino

Publicamos parte de un artículo de Gloria Liliana Franco Echeverri, ODN, Presidenta de la CLAR.
El texto completo se encuentra en Sequela Christi 2021/02.
En esta hora de la Iglesia se experimenta una urgencia, afinar la mirada para contemplar la realidad y agudizar el oído para escuchar al Espíritu que no cesa de gemir en los clamores y complejidades de la historia, en los rostros y heridas de los más pobres. Una urgencia salir, desacomodarse, abandonar los status de confort y parálisis en los que tantos creyentes están atrincherados. Justo ahora, en este momento crucial de la Iglesia, en este cambio de época, en el cual la Iglesia ve en juego su futuro, debe abrirse a «un capítulo nuevo de su biografía, debe abrir el dinamismo conciliar, el método sinodal».[1] La necesaria conversión a la que esta llamada la Iglesia, supone darle el protagonismo al Espíritu, vivirse desde la centralidad en Jesús y en escucha atenta a la realidad. Urge una conversión pastoral. Será necesario: «repensar y proyectar una pastoral, en clave misionera en una Iglesia que pasa del paradigma de la sanación del alma, al de la evangelización y la misión, esta es la transición de una Iglesia de servicios a una Iglesia al servicio del mundo y de las necesidades concretas de cada hombre y mujer».[2]
La andadura sinodal supone conversión, a la Iglesia le corresponde ser esa narrativa creíble de lo que la sociedad espera leer en ella. Y eso pasa por generar esa necesaria dinámica de relación, encuentro en complementariedad y reciprocidad. Se trata de hacer posible el nosotros eclesial, de trascender singularidades, para vivirse en el don de la pluralidad, es ahí donde acontece el sentido de Iglesia, el sensus Ecclesiae. Y esa conversión, que requiere trascender individualismos, debe ser asumida por todos, porque todas las vocaciones pueden caer en la tentación de la suficiencia que limita para salir de sí y disponerse en condición de discípulo al encuentro.
La Vida Consagrada, se inserta en esta peregrinación sinodal convencida de la necesidad de la reforma, habitada por la convicción de que es Iglesia y bautismalmente, mística, misión y profecía. Su compromiso hoy es reescribir estos tres relatos esenciales de su identidad y misión. Echarse a andar con otros en este hoy de la Iglesia conducirá a construir juntos en la vivencia de una auténtica espiritualidad y conscientes de la identidad de sujetos eclesiales y de que, por el bautismo y el sacerdocio común, todos tienen una misma dignidad, y están llamados a contribuir a la configuración de una Iglesia más sinodal, en la que será de manera especial, necesaria y significativa la presencia y la misión de las mujeres, los laicos, los pobres y todos los sujetos emergentes excluidos históricamente.
Se trata de adentrarse en una dinámica de conversión, un proceso de escucha, reflexión y discernimiento que tiene como objetivo: «volver a la Iglesia cada día más fiel, disponible, ágil y transparente para anunciar la alegría del Evangelio. Los desafíos están para ser superados. Debemos ser realistas, pero sin perder la alegría, la audacia y la entrega esperanzada. No nos dejemos robar la esperanza misionera».[3] La Iglesia consciente de su identidad de discípula misionera, está invitada a un desborde místico que la conduzca a peregrinar al interior sin tregua, y al exterior sin excusa. Que la movilice, la lance, la ponga en camino.
[1] Bueno y Calvo, Una Iglesia Sinodal, 44.
[2] Leal, O Caminho Sinodal com o Papa Francisco, 87.
[3] Raúl Berzosa Martínez, Inteligencia Pastoral en clave de Sinodalidad, Barcelona: CPL, 2020, 46.