
«Hermanos y hermanas, es verdad que todos nosotros, toda esta asamblea en cuanto bautizados, estamos llamados a ser testigos del Señor Jesús, muerto y resucitado. Pero es también cierto que nosotros, consagrados y consagradas, hemos recibido esta vocación, esta llamada al discipulado que nos pide dar testimonio de la primacía de Dios con toda nuestra vida. Esta misión es particularmente importante cuando, como hoy en muchas partes del mundo, se experimenta la ausencia de Dios o se olvida con demasiada facilidad su centralidad». Son las palabras de la homilía del Cardenal Ángel F. Artime, ex Pro-Prefecto de nuestro Dicasterio, durante la octava Misa de Novendiales en sufragio por el Papa Francisco. El Cardenal también subrayó la misión de los consagrados y consagradas de ser «centinelas que ven y anuncian la vida nueva ya presente en nuestra historia», «signo elocuente de la presencia del Reino de Dios para el mundo de hoy».
Al comienzo de la celebración eucarística, la Hna. Mary T. Barron, O.L.A., presidenta de la UISG (Unión Internacional de Superioras Generales), dirigiéndose idealmente al Papa Francisco, recordó: «Nos has hecho partícipes activas del camino sinodal, promoviendo el diálogo y el discernimiento en nuestras comunidades y en toda la Iglesia. Has imaginado la vida consagrada como piedra angular de este camino, donde jóvenes y ancianos, personas de diferentes culturas, comparten sabiduría y perspectivas, unidos en la misión del Evangelio». A continuación, un agradecimiento especial: «Damos gracias por tu corazón de pastor, por tu visión y por la profunda confianza que has depositado en las mujeres consagradas. Prometemos continuar la misión que nos has confiado: ser la caricia de nuestro amoroso Dios Creador hacia los que sufren, ser el fuego que enciende otros fuegos y vivir nuestra vida para el Señor, para la humanidad, para toda la creación de Dios».
El compromiso de la vida consagrada a caminar siguiendo las enseñanzas del Papa Francisco también fue reiterado por Don Mario Zanotti, O.S.B.Cam, Secretario de la USG (Unión de Superiores Generales), quien recordó cómo el Papa «nos ha invitado repetidamente a ser coherentes en la obediencia a las Sagradas Escrituras y al carisma de nuestras respectivas familias religiosas; a tomarnos en serio el compromiso de la pobreza, que conduce a la verdadera humildad, como signo profético opuesto al poder y a la riqueza como fin en sí mismo; a vivir la castidad como un impulso humano y cristiano de amor más intenso y universal para estar cerca unos de otros y amar más, sobre todo a los últimos, a los pobres, a los descartados».
Ahora la memoria se convierte en compromiso: precisamente en estos días se intensifica la oración por el Cónclave, la invocación al Espíritu Santo en comunión con toda la Iglesia.